La evidencia sugiere que los Estados de Emergencia tienen efectos variables: a largo plazo no reducen la criminalidad en los lugares donde se aplican, desplazan el crimen a otras zonas (pues se debilitan estas zonas para reforzar otras) e incrementan la desconfianza (Hernández et al., 2024).
Se han tomado medidas policiales importantes que no necesitaron estados de emergencia: Águila Negra redujo a cero los asaltos a bancos, y lo mismo consiguió la División de Secuestros de la DIRINCRI. Los megaoperativos combinaron fiscalía, policía e inteligencia para desarticular a más de 100 organizaciones criminales en poco más de un año. Todos estos son ejemplos de que es posible actuar de manera efectiva contra problemas serios.
Estas experiencias muestran que es clave reforzar cuatro aspectos: inteligencia, investigación criminal, lucha contra el lavado de activos y la coordinación entre las instituciones de seguridad y justicia. Además, la participación del sector privado ha sido importante para estos logros. No es necesario crear una normativa sobre terrorismo urbano, sino reforzar la capacidad y la normativa que permiten a estas agencias operar de manera articulada.

